CRÓNICAS 2008

OPORTO

Paloma Rodríguez

Compañera de la Caja, en la Of. de El Quirinal

Crónica del viaje a OPORTO. Mayo 2008.

El viaje se inicia con un buen madrugón, pero una vez en el autobús ya fuimos poniéndonos en situación con una música adecuada; unos fados que nos amenizaron parte del recorrido.

El primer día lo pasamos en Guimaraes, una ciudad que, al menos a mi, me sorprendió; descubriendo que esta villa medieval tranquila y cuidada se la conoce tradicionalmente como la “Cuna de la Nación”, por ser la ciudad natal del primer rey portugués Alfonso Henriques.

Iniciamos la visita desde una bonita colina donde se enclavan, formando un hermoso conjunto histórico, el castillo de Guimaraes, la Capilla de San Miguel, una pequeña construcción románica del siglo XII y el Pazo de los Duques de Bragança, una magnifica casa señorial del siglo XV en la que destacan sus numerosas chimeneas cilíndricas.

Bajando la colina, a través de la calle de Santa María, se pasa por delante de la estatua de Mumadona, fundadora de la ciudad, y según se avanza se descubren importantes construcciones: el Convento de Sta.Clara (hoy Ayuntamiento), la Casa del Arco, llamándome la atención, entre otros, las capillas de los Pasos de la Pasión de Cristo (1727), pequeños oratorios en madera policromada distribuidos por toda la ciudad y abiertos a pie de calle.

Otros sitios con encanto a los que se accede a lo largo de este paseo, son: la Plaza de Santiago, con sus típicas casas y su ropa tendida; la Plaza de Oliveira, en cuyo entorno está la Iglesia y el Monumento del Salado. Ambos se comunican a través de un hermoso Pazo con fachadas a ambos lados.

Reanudamos la marcha recorriendo sus calles y descubriendo numerosas fachadas hermosas, como la casa de la calle Nova, llegando a otra plaza emblemática, la Plaza del Toural, destacando la fachada del hotel Toural y próxima a ella un resto de muralla en la que se lee “Aqui nasceu Portugal”, seguido de típicas casas con fachadas de azulejos en distintos colores, con un magnífico estado de conservación.

Caminando, caminando; nos encontramos con la Iglesia de San Walter, precedida de unos cuidados jardines. Un poco más adelante, tropezamos con el Palacio y Centro Cultural Vila Flor, hermoso palacio del siglo XVII con esculturas en granito de los primeros reyes de Portugal y rodeado de bellos jardines que comparten espacio con un moderno auditorio.

Algunos finalizamos subiendo al Monte de Phena en teleférico, lugar desde donde se divisa toda la ciudad. La montaña está llena de rutas, cuenta con caprichosas rocas de granito y es un buen lugar para poner fin a una visita muy agradable a una ciudad inesperada.

Tras un merecido descanso en el Hotel Guimaraes (un establecimiento justo en instalaciones y deficiente en restauración), nos desplazamos a Oporto, entrando en él con una visita panorámica de la ciudad, recorriendo sus barrios: Gondomar; el Barrio de Riveira; calles tan importantes como la Avenida de Brasil, hasta llegar al Fuerte de San Francisco Javier; visitando el barrio de Matoshinos, engalanado para sus fiestas, y vuelta por la zona nueva de la ciudad con sus modernas construcciones, pasando por delante, por ejemplo, del Palacio de la Música (sorprendente edificio). Ya en la margen izquierda del río, otro barrio: Vila Nova de Gaia, con sus innumerables bodegas, donde se trasiegan y almacenan las uvas transportadas desde los viñedos del valle del Duero, únicos por el microclima en el que se crían y que dan lugar al afamado vino de Oporto.

Fueron muchos los monumentos vistos y visitados; acaso destacar la Plaza del Carmo, un conjunto formado por dos iglesias juntas, destacando sobre todo la Iglesia Do Carmo (1756), con una hermosa fachada en azulejos azules y blancos que reflejan escenas del monte Carmelo; en el centro de la plaza está la Fuente de los Leones y la Universidad. Justo en este entorno, algunos bares frecuentados por estudiantes y un parque en el que asistimos por casualidad a una celebración universitaria. Chicas y chicos ataviados con trajes negros y con capas del mismo color celebraban la fiesta del estudiante con cánticos y representaciones. Unos llevaban la capa puesta (veteranos), otros sin poner y doblada sobre un hombro (alumnos de 1er curso) y otros portaban una más rica con diferentes escudos, eran invitados de la universidad de Coimbra. Fue llamativo ver a tantos y tantos jóvenes así ataviados.

Cerca de esta plaza; la Librería Lello, con su hermosa escalera; y la Torre de los Clérigos, iglesia barroca símbolo de la ciudad. Al otro lado de la calle; la Casa Oriental, tienda típica que vende vino, café, y cuelga de sus fachadas láminas de bacalao salado; o ya en la zona comercial, el elegante Café Majestic.

La visita al Palacio de la Bolsa y la Iglesia de San Francisco (Iglesia de Oro) merecieron la pena, al igual que el pequeño crucero que realizamos por el río, con comida incluida.

Desde la Catedral, enclavada en un alto, se obtiene una magnifica vista de la ciudad: el Duero con sus barcos “ravelos” hacia un lado, y un inmenso entramado de tejados y calles hacia el otro.

Bajando de la Catedral, pasamos por la Estación de San Benito, hoy en restauración. Posee magníficos paneles de azulejo en su interior, dignos de ver.

Por ultimo y para finalizar; pienso que el alma de esta ciudad está en esas calles estrechas, empinadas, en esas fachadas de azulejos, en esa ropa tendida, en ese hermoso río con dos puentes magníficos construidos a modo de mecano, el primero por Eiffel y el segundo por un aventajado alumno suyo, uniendo los dos barrios: Gaia y Riveira, que guardan todo el sabor de una ciudad con un gran pasado, que deberá luchar por conservar su casco histórico, hoy demasiado dañado.