CRÓNICAS 2005

PARÍS

Ana Jesús Hernández Laviana

Esposa de nuestro compañero José Luis Quirós, de la Oficina de Valentín Masip - Oviedo

Sábado, 17 de septiembre

Tras pegarnos un gran madrugón y los nervios de poder conseguir un taxi a tiempo, - las 5 de la mañana y en pleno fin de semana festivo de San Mateo-, nos congregamos en  la Plaza de la Gesta,  donde con su puntualidad habitual se presentó el autobús de Llaneza, a la vez que la Ciudad nos despedía llorando en forma de chaparrón. Tras recoger al resto del grupo en Gijón y Avilés, puso rumbo al aeropuerto de Asturias.  Pronto observamos en las pantallas que el madrugón había servido de poco: el vuelo a Barcelona aparecía como “retrasado”. Comenzamos a tomar contacto con quienes serían nuestros compañeros de viaje, y que en esta ocasión, compartimos con un grupo de alumnos del curso de arte del Ayuntamiento de Oviedo.  Con algo más de 1 hora de retraso, por fin tuvo lugar el despegue, y ya en aquella ciudad, tuvimos el tiempo justito de tomar algo sólido (café y pincho), mientras por los altavoces anunciaban el embarque a Orly-París.

Tras bajarnos del avión y recoger las maletas, pronto se personó quien sería nuestra guía durante el Viaje, Paquita, y que en “volandas” nos llevó hasta otro viejo conocido de los viajes de este grupo, Rubén, con su flamante autobús, con el símbolo de la ventana astur en sus costados.  De camino al hotel, por el periférico, ya conocimos los atascos que prácticamente sufrimos durante toda nuestra estancia, y a la que los ciudadanos parisinos parecen estar más que acostumbrados.  Paramos en la zona del Louvre, para poder comer en las famosas “brasseries”, donde algunas ya llevamos la primer sorpresa con la original colocación de las sillas, de cara a la calle, y también con las costumbres horarias de comida y cena, bastante más madrugadoras de las que frecuentamos en España.

El hotel, situado en dicho periférico, concretamente en la Puerta de Sevres, es un macro-hotel  de más de 600 habitaciones distribuidas en una torre de 22 plantas, y donde sus lujosas zonas comunes y de recepción,  contrastan con la habitabilidad de algunas de sus habitaciones. De recuerdo, me consta que algunos, además de los jabones y champús, traen las facturas de “Le Bar” del hotel, para enmarcar, con los precios más altos jamás pagados por una simple consumición. Tras la cena en el mismo hotel y no pocos esfuerzos lingüísticos y gesticulares, para hacer entender a un camarero que una de las mesas la queríamos de 10 plazas en vez de 9 (estoy segura de que no era problema de entendimiento, sino de querer trabajar, ya que el garÇón parecía más de La Alcarria que de París), partimos para conocer el París Iluminado. Nos acompañó un guía local, George, con aspecto británico tanto por su vestir, su impoluta presencia y su delicada dicción. Desde el bus pudimos observar el Sena como la avenida más importante de París, Los Campos Elíseos, Arco de Triunfo, Plaza de la Concordia y El Obelisco, El Petit y Grand Palais con su cambio de color a través de la cúpula de cristal, El Palacio de la Opera,....y desde Trocadero fotografiar la Torre Eiffel, con su luz dorada y su “lluvia de estrellas”.  Los edificios iluminados contrastan con la visión que nos transmiten durante el día. De tanto mirar a izquierda y derecha, siguiendo las instrucciones de George, se produjo alguna contractura muscular.

 En la avenida Montaigne, algunas queríamos detenernos, pero para tranquilidad de los maridos, las tiendas estaban cerradas: se la conoce por “chick-check-chock” por los efectos que produce realizar alguna compra en sus tiendas: chick, por tratarse de la mejor moda de París, check por la forma de pago, y chock  al comprobar el precio que pagamos.

Domingo 18.

Atasco. Nuevamente observamos, ahora con luz diurna, como el Sena acoge el París intelectual en su margen “gauche”, y económica en la “droite”. Nos sorprende descubrir el original de la famosa estatua de la Libertad, 7 veces menor que la existente en Nueva York y regalada por los franceses a los americanos, la Escuela Militar y Campos de Marte, con visión fantástica de la Torre Eiffel al fondo, el Edificio de los Inválidos, tumba de Napoleón, con su cúpula bañada en oro, la convergencia de las 12 avenidas en el Arco de Triunfo, Campos Elíseos incluidos, El Panteón, que acoge los enterramientos de los hombres ilustres de la patria...   A mediodía, atravesamos los bosques de Bologne, para dirigirnos a Versalles, en su origen creado como Castillo de cacerías, y sede de corte y gobierno a partir de Luis XIV. Destaca su magnificencia, pero lo que a todos nos embelesó, fueron sus jardines. Paseamos por ellos sintiéndonos reyes y reinas por un día, bajo una tarde de sol y luz espectacular. Reconfortamos fuerzas en el “Bistro Romain” con unas buenas raciones de pasta y pollo.

Lunes 19.

Visita al Louvre. Nos acompañan George y una nueva guía, Anna Maríe, a la que pronto bautizamos como Mary Poppins (Oh, la, la!!!) Tras las fotos obligadas ante la pirámide invertida, muy de moda tras el bet-seller   “El Código da Vinci” , decepción con el minúsculo tamaño de la Mona Lissa, y la prohibición de fotos y vídeo.  A la tarde, visita a Monmartre , imagen de la bohemia y de los pintores, donde en el siglo XIX los artistas buscaron este lugar no sólo para trabajar, sino para vivir. Destaca la Iglesia del Sacré-Coeur,  y un pequeño funicular que nos evita la larga escalinata. Tras pasar por Pigalle, barrio rojo de París, donde se encuentra el Moulin Rouge, nos toca la  subida a la segunda planta de la Torre Eiffel, (120 metros), que tras superar el vértigo, nos ofrece unas  vistas espectaculares de la Ciudad. Por último, paseo en barco (bateaux-mouche) por el Sena para tener otra visión de los monumentos. Aquí algunos aprovecharon no recordar bajo que puente exacto existe la tradición de besar a su pareja, como símbolo de felicidad, para hacerlo en los 27 existentes en el recorrido. En la cena, segunda del Bistro, por algún error involuntario en la confección del menú, casi se origina un motín: segunda de pollo.

Martes 20.

Mientras unos optaron por gastar suela y cartera por las calles parisinas, otros pasamos el día en compañía de los personajes más famosos de Disney. El regreso era un júbilo, recordando, incluidos los de mayor edad, todas las atracciones de que disfrutamos,  sintiéndonos niños.

Miércoles 21.

Visita a la región del Loira. Un viaje de algo más de 2 horas, nos traslada al macro-castillo de Chambord.  Habitáculos desmesurados, pero se echa en falta el mobiliario. La comida en la zona, nos hace temer lo peor con el nombre con que conocen a la dueña: “Mdme Poilet”.  Afortunadamente no había pollo para comer. La cena estrenamos un nuevo local: “Las cuadras de Josefina”

Jueves 22.

Visitamos el Castillo de Chantilly, que alberga una importante colección de arte, y está rodeado de un magnífico parque. Destaca el hipódromo y las caballerizas. La tarde libre, cada cual la dedicó a su antojo. Cena en el Hotel (con pollo incluido) y un grupo reducido se traslada al espectáculo del Lido.  Otros, aprovechando el traslado en bus, visitamos el París nocturno de copas. Nos encontramos con Madonna que asistía al estreno de la última película de su esposo.  Los del Lido, a la 1,30 de la mañana vienen flotando del espectáculo...o del champán.

Viernes 23.

Día libre, para ultimar compras y regalos. Pasear por los boulevards, viajar en metro, descansar en los jardines,  y visitar los últimos monumentos..... y brasseríes.  Nueva cena, esta vez de pavo, en las “Cuadras de Josefina”

Sábado 24.

Día de despedida, por primera vez en la semana, el cielo de París se cubre de nubes, pero aguanta sin llover. A media tarde, Rubén y Paquita nos trasladan al aeropuerto, donde “móvil-man” nos informa de los resultados del fútbol y de la “pole” de Alonso para el día siguiente.  Como no podía ser menos, nos acoge el “Ciudad de Oviedo”, aparato MD-88 de Iberia, dándonos la bienvenida de asturianía, incluso con su azafata sobrecargo, natural de Noreña y de apellido Ortea. El compañero Viso  hace entrega a la tripulación de los pins de nuestra Entidad, que rápidamente colocan en sus uniformes.  Llegamos a Ranón a la hora prevista, nos despedimos, traslado a Gijón de los viajeros de aquella Ciudad y entrada en Oviedo. 

Oviedo, vuelve a llorar por nosotros, de emoción, al vernos llegar tan  alegres y pletóricos  por esa semana fantástica que pasamos:   ¡¡ Merci, París!!