Carmen María Fernández Compañera de la Caja, en el Departamento de Contabilidad |
Si hemos de creer el refrán que dice “Año de nieves, año de bienes”, el 2006 se anuncia muy prometedor para este club de viajes, a tenor de las condiciones meteorológicas en las que se desarrolló la 1ª excursión del año, que tuvo lugar el pasado 28 de enero, y cuyo destino era Puente Viesgo en Cantabria.
Éramos 54 los viajeros que debidamente pertrechados nos disponíamos a poner al mal tiempo buena cara, como queriendo hacer caso omiso de las previsiones del tiempo que anunciaba nieve al nivel del mary así partimos bien temprano, ya que el programa parecía apretado. La primera dificultad se presentó a la altura de Cabezón de la Sal, ya que si hasta ese momento la carretera estaba limpia de nieve, de pronto y casi sin previo aviso, se cubrió de nieve, poniendo a prueba la pericia de nuestro conductor, mientras los pasajeros nos poníamos algo nerviosos, especialmente viendo las hazañas de algunos conductores de turismos, que pretendían adelantar o que al pisar el freno cambiaban de sentido. Afortunadamente, a los pocos kilómetros, y de la misma forma que empezó a complicarse, también de repente volvió a quedar limpia la calzada. Y así, sin más contratiempos, llegamos a Puente Viesgo, primera etapa de nuestra ruta, donde esperábamos visitar la cueva del Castillo. Cúal no sería nuestra sorpresa, cuando después de infructuosos intentos de contactar telefónicamente con la que había de ser nuestra guía, nos enteramos de que la cueva estaba cerrada. Y sin que tuvieran el detalle de avisarnos con antelación y ahorrarnos el madrugón. En fín, qué nivel. Me sorprendió la conformidad con que el grupo acogió la noticia. Por mi parte, me sentí francamente decepcionada. No obstante, ahí se vió la agilidad de nuestro coordinador que rápidamente reajustó el plan de viaje, de manera que la visita a Altamira, prevista para la tarde, se celebrase antes de comer.
La Neocueva, que así llaman a la réplica de Altamira, fue calificada creo que acertadamente por uno de nuestros compañeros como una cueva de cinco estrellas, puesto que al visitarla, uno tiene la impresión de estar en una sala de exposiciones o un museo, nunca en una cueva. La visita consiste en un recorrido por varios monitores donde se ven minidocumentales sobre la forma de vida de los antiguos pobladores del recinto y poco más. Merece destacarse la reproducción del techo de la cueva original, con unas pinturas verdaderamente notables.
Vuelta al autobús, que en pocos minutos nos llevó a Santillana del Mar, que ofrecía una imagen insólita, sin las aglomeraciones que le son propias. Puede decirse que la teníamos para nosotros sólos, pero el aguanieve y el frío disuadían rápidamente a los que animosos pretendían callejear por su recinto. Lo único que verdaderamente apetecía era comer, y para eso teníamos reservadas mesas en el Hotel Altamira, donde degustamos el que llaman Menú Típico Montañés.
Tras la comida, en vista de las circunstancias, hubo unanimidad en adelantar la partida a nuestras ciudades de origen, donde nos esperaba, al menos en Oviedo así era, una bonita nevada.
Y no dio más de sí la jornada, pero Cantabria sigue ahí esperándonos y por nuestra parte, cuando sea posible, no dudaremos en repetir el intento.