CRÓNICAS 2010

CIUDAD REAL

Jorge Rebollo Guerra

Compañero de la Caja, en Servicios Operativos

CRÓNICA DEL VIAJE

Sábado 9 de octubre de 2010.

Éste es un viaje que incluye una novedad: se hace todo en tren. De Asturias a Madrid y viceversa, en un Alvia que rueda a un máximo de 150km/h hasta Valladolid y de Ésta a Madrid a 250km/h. De Madrid a Ciudad Real en el Ave, que recorre  los 210kms que separan estas ciudades, en poco menos de 1 hora. Un viaje muy cómodo y agradable.
Comenzamos como todos los viajes: reunión del rebaño bajo la vara de mando de Viso y como se iba en clase preferente, desayuno y amplios butacones.
En Madrid había que hacer trasbordo desde la estación de Chamartín a la de Atocha y lo hicimos en el cercanías. Como había unas dos horas de espera, decidimos comer a nuestro aire en la estación, ya que la llegada al hotel sería muy tarde. Aprovechamos para recorrer la estación que fue recientemente calificada como la novena mejor del mundo.
Llegamos a Ciudad Real hacia las 16:00. Acomodo en el hotel Guadiana, cuatro estrellas bastante céntrico, y a las 18:00h nuestra guía local, que nos acompañó durante los tres días de estancia, ya nos llevó a dar un recorrido por el centro de la ciudad.
La verdad es que Ciudad Real no tiene un casco antiguo muy definido: es una ciudad pequeña, coqueta, con algunos iglesias de los siglos XIII (la de Santiago), XIV (San Pedro, con un retablo en la capilla de Coca de alabastro espectacular) y XVI (Catedral de Ntra. Sra. del Prado), edificios de estilo clasicista (el casino…) y lo que más llama la atención es la Plaza Mayor, donde el Ayuntamiento y algunas casas son de inspiración neogótica y el antiguo ayuntamiento, la Casa del Arco, del siglo XV.
Conserva ésta un carillón donde a determinadas horas salen al balcón las figuras de Cervantes, Don Quijote y Sancho mientras suena la melodía de la “pandorga” (música que llama a la juerga).
Visitamos asimismo una sala de exposiciones con pinturas de López de Villaseñor, pintor local que ofrece en sus obras retratos y figuras de ancianos, muertos, moribundos, etc, con un realismo impresionante. Dejaba un sabor de boca amargo, dado lo tétrico de su obra.
Cena en el hotel y cada uno a lo que le dio la gana: unos tomamos una copa por los alrededores, otros para la cama, etc.

Domingo 10:

Se cambió el plan inicial de forma que visitamos por la mañana la ciudad de Almagro y por la tarde el castillo de Calatrava.
Hemos de aclarar que, a pesar de las predicciones meteorológicas que daban para todo el puente fuertes lluvias, tuvimos un tiempo bastante bueno, con cielos despejados o nubes y claros. Llevamos siempre los paraguas, pero no hubo necesidad de utilizarlos apenas.
Llegamos a Almagro muy temprano: a las 10 de la mañana, domingo, no había un alma por la calle. Bueno, sí, una manada de 28 “guiris” asturianos. Íbamos un poco mosqueados porque nos parecía que 4 horas en un pueblo serían demasiadas, pero nos equivocamos.
Almagro tiene mucho que ver: no sólo las iglesias (San Bartolomé, San Agustín, Madre de Dios, Ermita de San Juan, Ermita de San blas, …) y palacetes (con sus escudos de armas en las puertas, lo que da idea del poderío de los señores de la Orden de Calatrava) sino las distintas edificaciones, plazas y museos. 
Mantiene una tradición teatral viva con varios teatros: uno del siglo XIX, pequeño y coquetón (Teatro Municipal) y otro más moderno, sin contar la joya de la corona de Almagro: el Corral de Comedias, situado en la Plaza Mayor.
Construído en 1628 por Leonardo de Oviedo se destina a la doble función de teatro y mesón y es el único que se conserva en el mundo. También mantiene una intensa actividad acogiendo, entre otros, el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro. En él asistimos a una explicación teatralizada, en la que diversos actores  fueron pormenorizando las distintas funciones de cada zona del teatro, sitios donde se sentaban las damas, los mosqueteros, el alcalde, etc, así como su historia.
Nos hicimos una foto de grupo al acabar la función.
La plaza es una maravilla, con sus 80 soportales y sus columnas de piedra sobre zapatas de madera. Sobre ellas corre una galería de dos plantas desde donde se podían seguir las corridas de toros o los eventos que se desarrollasen en ella. Esta plaza, trapezoidal, está abierta por uno de los lados, donde estaba la iglesia de San Bartolomé.
Entre unas cosas y otras tuvimos que ir a las carreras para poder disfrutar de las distintas opciones. No olvidamos una paradina en el Parador, para tomar un cafetito.
Comimos en el Restaurante Calatrava opíparamente: Tuvieron la feliz idea de darnos un menú degustación con las distintas especialidades de la región, de forma que se compartía una tapa para cuatro personas. Sirvieron curadillo (pimientos en salsa), berenjenas verdes típicas y únicas de Almagro rellenas, migas, pisto, duelos y quebrantos (una especie de revuelto con tocino, chorizo y pan, aderezado con comino y otras especias) regado todo con vino de la tierra.
Me sorprendió la calidad de los vinos de Valdepeñas, tanto los del año como los crianzas, lo mismo en los chateos como en las comidas.
Tras la comida cogimos el autobús que nos llevó a visitar el Sacro Convento y Castillo de Calatrava la Nueva, sede principal de la Orden de Calatrava y prácticamente inexpugnable, con tres recintos amurallados y situados en un roquedal impresionante.
Son de admirar sus murallas y el excelente estado de conservación, aunque están restaurando varias partes del castillo. Está situado a 936m de altura, frente al castillo de Salvatierra, hoy en ruinas, domina el puerto de Calatrava y le permite controlar una de las vías más importantes que cruzan Sierra Morena y comunican la Meseta con el Valle del Guadalquivir. Dentro de la iglesia todavía se encuentran decorados correspondientes al rodaje de una película sobre el Capitán Trueno.
La Orden de Calatrava nace en el ambiente de cruzadas dominante en occidente en los siglos XI y XII, en un momento en que la Península Ibérica era frontera y campo de batalla entre el Islam y los cristianos europeos. Sus miembros, los freires calatravos, eran soldados de origen noble que regían sus vidas conforme a una regla monástica. Esta dualidad se aprecia en Calatrava la Nueva, a la vez castillo y convento.
Tras la visita al castillo, vuelta al hotel. Algunos fueron a dar un paseo por la ciudad y otros se quedaron ya en el hotel.

Lunes 11:

El cambio de programa perseguía dos objetivos: primero visitar las Tablas de Daimiel a una hora temprana para poder ver la fauna sin aglomeraciones y por otra visitar una bodega antes de comer, ya que serviría como aperitivo.
La verdad es que me desilusionaron las Tablas: un terreno llano con vegetación baja, encharcado, con cañizales de vez en cuando y, a pesar de que llegamos temprano, no había un solo pájaro a la vista. Se oyen a lo lejos pero no se ven. Es lógico si pensamos que la zona tiene que visitarse utilizando exclusivamente los pasillos de madera que, de forma circular y con una longitud de 2,5 kms., se extienden en varias direcciones pero que los patitos y demás animalinos conocen perfectamente y huyen de ellos. Por otro lado el piso de madera no permite caminar sigilosamente y si añadimos un grupo de 30 personas, más otro autocar con más excursionistas, más gente suelta, más… etc…  pues aquello parece el desierto.
Tienen una zona llamada eufemísticamente Laguna de Aclimatación. cubierta con una red y unos miradores Qué remedio les queda a los patos que aclimatarse: no pueden escapar… Es el único sitio donde pueden verse varias especies de aves, patos, gansos, garzas, etc. y gracias a esa laguna el visitante no marcha disgustado del todo.
De aquí tomamos rumbo a Valdepeñas. Como la guía es de este pueblo se explayó contándonos las virtudes y excelencias del mismo. Valdepeñas, lugar de bodegas, de casas bajas y anodinas al exterior, tiene un polígono donde se elevan majestuosos los grandes depósitos de acero inoxidable de los grandes bodegueros. Antes eran de barro y fueron sustituyendo poco a poco por las de acero inoxidable donde puede controlarse mejor todo el proceso de fermentación y fabricación del vino. Insisto, tanto chateando por los bares como en las comidas, el vino de Valdepeñas tiene una calidad a la que no estamos acostumbrados, dada nuestra afición al Rioja y al Ribera del Duero.
En esta ciudad visitamos la bodega Dionisos que se jacta de cultivar las viñas por procesos ecológicos, sin abonos químicos, y dejando la planta en el suelo para que éste mantenga la humedad en lugar de elevarla como se hace en los viñedos gallegos.   
La fabricación ya es moderna en cubas de acero, pero mantiene en sus bodegas las viejas cubas de barro. Aunque antes todo el vino era del año, ahora una parte se envejece en barrica, dando unos crianzas excelentes.
Tuvimos la sesión de cata habitual en estos sitios y a continuación nos  dirigimos andando a comer al restaurante El Fogón. Cuando llegamos quedamos patidifusos: unos tableros colocados en un local que, además de pizzería, debe ser la discoteca del pueblo. Parece ser que en el local inicial no había sitio para todos y nos colocaron en otro, del mismo dueño, pero un poco psicodélico. Para comer quebrantos y merluza. Esta comida fue la nota un poco discordante del viaje, puesto que en todos los restaurantes comimos y bebimos excelentemente. ¡Qué buen vino el crianza del hotel, ¿eh Viso?!
Otra vez al autobús y llegada a Villanueva de los Infantes, lugar que destaca no sólo por la espléndida plaza mayor, sino por la cantidad de edificios de alcurnia y cuya importancia medieval dada esplendor a esta ciudad: la Alhóndiga, la Casa del Arco, Casa de la Inquisición, Convento de Trinitarios… y un gran número de otras edificaciones que sería muy exhaustivo enumerar aquí.
En la Plaza Mayor todo el mundo se puso morado sacándose fotos con las estatuas de D. Quijote y Sancho, personajes reiterantes a lo largo de los días que estuvimos en la provincia de Ciudad Real en distintas manifestaciones.
Tomamos un cafetín al sol en una terraza de la Plaza Mayor y luego recorrimos lo más destacado de Villanueva.
Tras la visita vuelta al autocar con destino a Ciudad Real.
En el viaje Pepe, jubilado del Monte de Piedad, nos empezó a entretener con unos monólogos y chistes para hacer boca y al final nos lió a todos para cantar. Nos pareció el trayecto muy corto. Este hombre tiene un humor genial.
Como era temprano y ese día no había cena estipulada en el hotel, algunos decidimos aprovechar el concurso de pinchos de la ciudad e ir a cenar de tapas. “Tapómetro” en mano nos dirigimos a la ruta y nos pusimos morados: un buen pincho de diseño y un crianza: 2€. Coincidimos en algunos sitios con otros compañeros de viaje y seguimos la ruta. Otros prefirieron ir a cenar y algunos, especialmente la gente más mayor, quedaron en el hotel.

Martes 12:

No hubo que madrugar y montamos en el ave con dirección a Madrid hacia las 10:30h. Cambio de estación para ir Chamartín y, como era muy temprano, nos desperdigamos por toda la zona, aprovechando para tomar algo (no comimos porque nos darían de comer en el tren hacia Oviedo) y hacer las últimas compras.
A las 4 de la tarde ya estábamos en ruta para Asturias sin nada importante que destacar excepto la avería en el túnel de Guadarrama. De 230km/h pasó a parar, sin grandes brusquedades pero de forma muy rápida. Por megafonía nos informaron que había una avería en trance de reparación y en 20 minutos ya estábamos en marcha.
Mi mujer y yo no solemos viajar muy lejos porque ella tiene miedo al avión y pánico al barco. Ahora ya tiene miedo también al tren y, si añadimos que no solemos ir a los viajes cuando los trayectos en autocar son muy grandes porque pasamos mucho calor, nos queda el viaje en coche (ella no conduce y tampoco sabe andar en moto ni en bicicleta…, así que lo tengo claro).
En resumen: un viaje agradable, con buen tiempo a tenor de las previsiones, perfectamente organizado (como siempre) y llevado a buen término.
Nuestro agradecimiento a todos los amigos y compañeros que hicieron tan agradable este viaje, especialmente a Viso y José Antonio porque, como siempre, guiaron el rebaño con gran diligencia y exceso de celo.
¡Hay que volver…!