Carlos Gurbindo Esposo de nuestra compañera Rosa Carrasco |
Esta es la crónica de un viaje que emprendimos un grupo de 47 personas a Grecia.
Salimos de Ranón el 4 de Septiembre de 2010, sábado, con bruma típica asturiana y después de una larga tarde en Barajas, despegamos rumbo a Atenas. Cuando llegamos era cerca de medianoche y a todos nos sorprendió la buena temperatura que allí había.
El domingo amaneció con algo de niebla y nuestra primera visita fue a la Acrópolis. Creo que todos tenemos una idea aproximada de lo que es ese lugar, pero uno se queda sin palabras ante la contemplación de tal magneficencia. Terminada la explicación de la guía, y después de un tiempo libre para contemplarlo y disfrutarlo a nuestro aire, el autobús nos hizo un pequeño recorrido por los lugares más significativos de la capital. Por la tarde cada uno la disfrutó a su antojo en museos, contemplando edificios o simplemente callejeando.
El lunes nos dirigimos a El Pireo para iniciar el crucero de cuatro días. Nuestro primer atraque fue en Mikonos, pequeño pueblo antes marinero y ahora con mucho glamour por el turismo elitista que lo visita. De callejuelas estrechas, pequeñas casas en blanco y carpintería en azul, es una de las típicas postales del turismo griego.
Al día siguiente amanecimos en Kusadasi, Turquía, y un fuerte olor a piel curtida y a mar nos recibió nada mas asomarnos a cubierta. Por la tarde llegamos a Patmos, otro puerto similar a Mikonos, y allí, en la cima de la montaña sobre la que se divisa el puerto, se halla el ortodoxo monasterio-fortaleza de San Juan, que merece la pena visitar.
Al alba del día 8 estábamos en Rodas, la isla más famosa del Dodecaneso, con bellezas naturales y mucha historia. Dicen que en Rodas el sol brilla todo el año y que las corrientes combinadas con los vientos del verano ofrecen un mar exquisitamente claro y una brisa encantadora. También dicen que la ciudad de Rodas tiene la arquitectura más variada de entre todas las ciudades de Europa.
Podría extenderme mucho sobre Rodas, pero esto es una sencilla crónica de un circuito por Grecia. A media tarde zarpamos hacia Creta y este fue un día muy especial, ya que tras la cena y mientras navegábamos, entonamos todos el Asturias patria querida con las cintas bicolores de las maletas en las muñecas. Era el 8 de Septiembre, festividad de la Virgen de Covadonga y por tanto, el Día de Asturias.
Llegamos a Creta de madrugada, pero allí estuvimos muy poco tiempo, pues el barco salía de nuevo a media mañana, y sí estuvimos lo suficiente como para percatarnos que Heraclion es una ciudad un tanto desorganizada, mal trazada y muy polvorienta.
De nuevo en el mar, por la tarde nos acercamos a la isla de Santorini, en la que el pueblo de Thira se encuentra encaramado en lo alto con sus deslumbrantes casas blancas y salpicado con cúpulas azules. Ya de noche, del interior de las casas salían luces que como un mágico penacho, adornaban la cima de la montaña.
Pero el crucero toca a su fin y el viernes nos despertamos de nuevo en El Pireo desde donde el autocar nos llevó como primera parada hasta Corinto. Ese día tendríamos otra sorpresa.
Tras las fotografías de rigor en el canal de Corinto nos acercamos hasta Epidauro, célebre por el anfiteatro que aun hoy, y pese a su deterioro por el tiempo, es famoso por su acústica. Nuestra guía, Gracia, nos habló mucho sobre estas cualidades, y en un determinado momento una voz bien templada cantó aquello de:
Soy asturianín
soylo de verdad
nacido en la Corredoria.
Todo el que nació en Asturias
puede ya decir
que nació en la Gloria.
Bendita tierra donde nací
no puedo Asturias vivir sin ti.
Extraordinaria voz, bonita tonada, sobrecogedor el momento, y claro, la ovación no se hizo esperar. Gracias, Fernando por habernos traído por unos breves instantes el recuerdo de nuestra querida Asturias.
Por la tarde nos presentamos en Micenas, tierra de Agamenón, donde vimos la famosa Puerta de los leones y su popular tumba, para después irnos hasta Nauplia, pueblo tranquilo de la costa y en cuya bahía, y como surgiendo del mar está el castillo de Bourtzi y que al igual que la fortaleza de Palamidi, en lo alto del pueblo, han sido obra de los venecianos cuando ocuparon esta plaza al final de la Edad Media.
En Mystras visitamos las ruinas de la ciudadela y algunos monasterios e iglesias que aun quedan en la ladera de la montaña de este pueblo cercano a Esparta.
El domingo día 12 tuvimos una lección viva de historia. Nuestra primera visita fue a Olimpia. Fue una delicia haber visto el museo y podido pasear por entre las ruinas de la ciudad mientras escuchábamos las explicaciones de Gracia.
Tras la comida seguimos ruta pasando por el centro de Nafpaktos, pequeño pueblo turístico-pesquero conocido en el pasado como… ¡Lepanto! Ya a última hora hicimos una breve visita a Delfos y su museo, para después pasar la noche en el cercano municipio de Itea.
El lunes día 13 iba a ser otra gran jornada llena de historia. Delfos se encuentra en una ladera del Parnaso y por sí mismas, estas ruinas merecerían una descripción mucho más amplia de lo que es esta pobre crónica, pero al igual que sucedió con Olimpia, uno nunca imaginó estos restos tan llenos de leyenda.
Meteora. Rocas en el aire. Monasterios en las rocas. Espectáculo surrealista con abadías bien conservadas y mejor explotadas para el turismo, y que parecen alejarse bastante del objetivo para el que fueron establecidas, pues en vez de ser lugares para el retiro y la oración son emplazamientos muy concurridos, alrededor de los cuales hay un floreciente comercio.
Sigue sorprendiendo aún la espectacularidad del paisaje, consistente en una gran llanura de la que inesperadamente se yerguen enormes rocas verticales sobre las que se asientan los sólidos monasterios. Terminada la visita emprendemos una veloz carrera hacia Atenas, adonde llegamos a media tarde.
Y llegó en día 15, último de estas minivacaciones.
Adiós a la Acrópolis, los barrios de La Plaka y Monastiraki, adiós al cambio de guardia y al deambular por las caóticas calles del centro de la ciudad, observando como los peatones se juegan la vida al cruzar, como las oleadas de coches toman las avenidas al asalto, como mucha gente, sobre todo mayor, contempla desde muy temprano toda esta actividad sentados en las terrazas de los cafés, y como los perros deambulan tranquilamente con las orejas gachas buscando la compañía de alguien que les mire, y comprobar al fin, que nosotros venimos del otro extremo de Europa con muchos países por el medio y que por tanto, tenemos otras raíces, otra historia y otra cultura.
Tas un retraso ya olvidado de casi una hora sobre la hora prevista, y que no afectó a nuestra conexión con Asturias, despegamos de Atenas y felizmente llegamos a Ranón.
Emoción, pena y gratitud son las últimas palabras de este viaje.
Gracias a Gracia, nuestra guía local en la Grecia continental por sus explicaciones y su aportación a nuestra cultura personal.
Estupendo Viso, siempre al tanto de todos y de todo, y genial Concha, que con mano suave y firme llevaron a buen término el viaje. Y estupendos todos y cada uno de los que formamos ese grupo durante esos once días en Grecia.
Hasta siempre.