Ataúlfo Pais Rodríguez Compañero jubilado de la Caja |
El día 22 de mayo, veintitrés de los veinticinco viajeros previstos (dos viajaron al día siguiente en tren), iniciamos esta especie de preámbulo veraniego, buscando sol, baños, paseos, gastronomía y, sobre todo, camaradería. En un buen porcentaje, éramos “reincidentes”.
El comienzo fue un poco incierto, pues el autobús que llegó puntualmente con gente de Mieres, demoró la salida de Oviedo por un olvido o incertidumbre de un componente. No llegué a saber muy bien la causa.
Una vez embarcado el personal en Gijón, nos dirigimos al aeropuerto de Asturias, donde, después de la pertinente facturación y el impertinente filtro policial, embarcamos y, ¡Oh prodigio!, salimos a la hora prevista.
Llegados al aeropuerto del Prat en Barcelona, iniciamos una visita guiada a la Ciudad Condal, deteniéndonos principalmente en la zona de La Catedral, Barrio Gótico, Templo de la Sagrada Familia, centro de la ciudad, zona portuaria y Montjuich.
El viaje, los paseos por Barcelona y el peso de las horas, iban pasando factura y la llegada al Hotel La Hacienda, en la Pineda, fue recibida con gran agrado, después de una circunvalación un tanto extraña, que nos brindó el conductor.
El buen tiempo nos acompañó prácticamente todos los días y, salvo algún desplazamiento a Tarragona, Salou, Cambrils o Reus, el tiempo transcurrió disfrutando de Playa, compras, piscina, cartas, etc., y, tras la cena, no podía faltar una nutrida y animadísima tertulia en el bar del hotel.
El trato recibido por el personal del Hotel, tanto en recepción, servicio de habitaciones y, especialmente por el personal del comedor, donde sirvieron un buen buffet, lo encontré ejemplar.
Especial mención debemos hacer a la Dirección, que nos obsequió con un magnífico aperitivo, tanto por la calidad de los productos, como por las atenciones de la propia Dirección, Gerencia y Servicio, con intercambio de opiniones y anécdotas.
Debo señalar que, además de las compras en tiendas y mercadillos, el grupo que formábamos diariamente en la playa, era tentado continuamente con todo tipo de ofertas: relojes, gafas, bolsos, etc., y, hasta masajes. Todas las ofertas eran rechazadas con la frase: “nosotros tenemos nuestro proveedor habitual”. Y era cierto, en ello se había convertido un vendedor que, evidentemente, había caído en gracia.
Sucedió que, un día saltó la alarma: “!HAY MEDUSAS!”. Ese día hubo baño de piscina por la mañana y por la tarde.
Al día siguiente disyuntiva, unos decían que eran inofensivas, otros que estaban muertas, y otros, generalmente bien informados, que eran trozos de silicona que echaban al mar para atraer algún hipotético vertido de la refinería de petróleo.
Un día más tarde, desaparecidas las “intrusas”, los baños se reanudaron a tope en el mar, aunque algunos atrevidos lo habíamos hecho el día anterior,
Para quién no conozca La Pineda, la encontrará verdaderamente llana y cómoda. El paseo contiguo a la playa casi al mismo nivel que la arena es amplio, bordeándolo un buen número de duchas y lavapiés.
Es sorprendente que en toda la zona urbana, no hay un solo semáforo y los pasos de cebra se respetan escrupulosamente.
Si el viaje de ida no tuvo contratiempo, el de regreso: autobús, avión y autobús, se realizó felizmente y, de nuevo, cumpliendo los horarios.
Creo que todos quedamos altamente satisfechos del viaje y de la estancia y con ganas de que en 2011, tengamos otras vacaciones similares, sea en este destino o en otro de parecidas características, pues a donde vayamos contaremos con una buena organización y, lo que es aún más importante con buena armonía y camaradería que son señas de identidad del grupo.
Oviedo, agosto 2010