Alba María Álvarez Fernández Hija de nuestra compañera Raquel Fernández (Of. Fuente Pelayo) |
Cuando nos dimos cuenta, estábamos bajo una marquesina esperando el autobús, comentando el peso de los equipajes e intentando no pensar en las horas que nos quedarían de viaje por delante.
Era la madrugada del día 9 de Abril, llevábamos meses preparando este viaje y por fin había llegado, nos íbamos a Vietnam-Camboya.
Cuando subimos al bus la gente ya estaba acomodada, un rato después, y tras haber hecho la última parada en Mieres, ya no se oían ni susurros…la gente dormía…
La parada de las 7.30 de la mañana, no dejó a nadie indiferente, y no por el desayuno… ¡PARANDO EN VILLALPANDO!, (creo que ya no hace falta ni hacer el chiste).
El amanecer de Castilla asomaba en el horizonte, nuestros compañeros viajeros comenzaban a despertar…y si alguno se había quedado aún un poco traspuesto…nada como una, dos…y hasta una futura tercera multa de un “amable” Guardia Civil, y pensar que un tacómetro puede decir tantas verdades…lo que no sabíamos es que podía adivinar el futuro, una 3ª multa que se haría oficial en tres cuartos de hora después de la parada!
Después de llegar a la T1, “plastificar maletas”, facturar, desvestirnos ante los trabajadores de AENA y pasar un Control de Pasaportes que no nos miraron ni la foto, estábamos en la puerta de embarque. Hasta ese momento, creo que nadie se había dado cuenta que nos enrolábamos en un Gran Viaje, tanto por la distancia, como por las aventuras y desventuras que nos depararían.
Sentados en un BOING 747 de 400 plazas, con 12 horas y 10193 Km por delante, debíamos de buscar “algún tipo de diversión”, quizás dormir, escuchar música, comer, beber, hacer exámenes, estudiar las guías, ver la película…supieron a poco…estábamos en el aeropuerto de Bangkok, eran las 6.00 de la mañana hora local y en muy poco tiempo, cruzaríamos la frontera hacia Vietnam…eso sí, tras pasar dos horas más en un avión.
La llegada al aeropuerto de Hanói fue excitante, nos esperaban nuestros dos guías Loc y Raúl (autobuses 1 y 2, respectivamente), ellos nos acompañarían por el Norte y Centro de este exótico país. ¿A qué nadie sabe por qué tenemos dos guías masculinos? ¡Porque en este grupo predominan las mujeres! (chiste de recibimiento de nuestro guía Loc).
La llegada a Hanói no podía haber sido de otra manera. Hanói creada en el año 1010 es el bullicio, los millones de motos y los taxis haciendo sonar las bocinas, la vida en la calle…una ciudad siempre viva. Ciudad de rezos, ofrendas a Confucio y leyendas de tortugas que transportan espadas para liberar de la opresión.
Después de un pequeño descanso a la llegada del hotel, nos dispusimos a recorrer esta ciudad en triciclo, a disfrutar de las 36 estrechas calles de distintos oficios del barrio antiguo y a conocer la diferencia entre Templo y Pagoda. Bajo el Templo de Ngoc Son y con vistas al lago Hoam Kiem, ¿realmente esperábamos que apareciera la tortuga de la Leyenda bajo el Huc?
Lunes festivo en Hanói, pero pudimos disfrutar de las visitas indispensables en la ciudad: Mausoleo de HCM, Palacio de la Presidencia (con las casas en las que vivió el “tío Ho”), Pagoda sobre el único pilar (antiguo símbolo de la ciudad), dos pagodas situadas en el norte de Hanói antiguo y el Templo de la Literatura, dedicado a Confucio; aunque más adelante se convertirá en un centro de enseñanza superior.
En el Templo de la Literatura pudimos disfrutar del primer contacto con la música tradicional. Al son de Tiêng dàn dân tôc, pudimos conocer los instrumentos típicos, al mismo tiempo que nos relajábamos. No hay mejor manera de acabar un día intenso después de tanta visita como en el Teatro de las Marionetas del Agua. Ya comenzábamos a familiarizarnos con los instrumentos, los sonidos… pero no podíamos imaginar con lo que nos encontraríamos en el espectáculo. Tras el estruendo inicial del Bong… marionetas escenificando el día a día del pueblo vietnamita, con agua, luz, fuego…emperadores, agricultores, ganaderos, guerreros… la mezcla es fascinante, ahora, solo nos queda recordar aquel espectáculo.
Ho Chi Minh proclamó la Independencia del país el 2 de Septiembre de 1945, tras haber descubierto mundo, y tras haberse “empapado” de conocimientos y llegando a dominar 9 idiomas; el destino quiso que falleciese un 2 de Septiembre, 24 años después de este importante acontecimiento.
El martes amaneció soleado, era uno de los pocos días que necesitábamos que Lorenzo hiciera su aparición. El camino hacia la Bahía de Halong era largo, no tanto por los kilómetros, si no por el tráfico y el estado de las carreteras. Tras tres horas largas de viaje, kilómetros de arrozales, coches, motos, carros y casas con fachadas de 2 metros de ancho…llegamos al puerto dónde nos embarcaríamos a pasar un día completo rodeados de agua y leyendas.
La llegada al barco no podía haber sido de otra manera. Primero instrucciones de supervivencia, programación (¿nos dará tiempo a llevar a cabo todo lo programado?) y distribución de camarotes. No habían pasado ni 15minutos y ya estábamos en cubierta disfrutando del paisaje; un paisaje, con islotes de piedra sobre un agua clara y en calma; cuando el dragón azotó su cola, hizo un buen trabajo.
Tras probar la gastronomía a base de pescados y mariscos, pasamos dos horas en una cala de una de los islotes. Las actividades eran diversas, quien no quería un baño en las aguas de la Bahía, pudo disfrutar de las vistas maravillosas de Halong tras haber subido unos cuántos escalones, ¡y cómo no!, un “chiringuito de playa”, para los más tranquilos y sin ganas de “sudar la gota gorda”.
La tarde casi no había comenzado y seguíamos con el programa establecido. La visita a un pueblo marinero bajo el atardecer pudo ser reconfortante tanto física, como psicológicamente, siempre hay excepciones; 4 aventureros hicieron el esfuerzo de disfrutar de la visita mientras intentaban dominar un kayak en contra de la corriente de la Bahía; Gracias a Dios…no se lamentaron pérdidas, aunque podía haber sido lo más normal, tras tener un silbato para 4 (¿quién pediría ayuda si el del silbato se ahogaba?), no saber cómo dominar una piragua, y tras haberse dado de frente contra un islote, una barca, una casa, un templo y finalmente, contra nuestro barco…deberían de exigir el carnet de conducir kayak en los sucesivos viajes.
El amanecer de la Bahía de Halong entraba por la ventana, quizá porque no había persiana; pero era una buena forma de despertarse y comprobar lo lejos que estábamos de nuestras casas, pero lo a gusto que nos encontrábamos.
Ya dicen los especialistas, que no hay mejor manera de empezar el día que haciendo un poco de ejercicio…CLASE DE TAI CHI, en la cubierta del barco, los menos…atrevidos, podían disfrutar de un suculento desayuno, mientras los demás intentábamos dominar el equilibrio.
Nos quedaba el último empujón del día antes de alcanzar puerto, la cueva de Hang Sung Sôt, escondía las mejores vistas de la Bahía, y también una tortuga, animal sagrado en esta cultura asiática.
Las distancias en Vietnam son muy largas y la mayor parte de los trayectos los hicimos en avión, trayectos de entre una y dos horas de duración y sin mucho que destacar en ellos. Excepto en el viaje de Hanói a Hué, donde tras haber pasado muchos nervios en el aeropuerto por algún que otro problema de nombres compuestos y tras haber subido al avión con un nudo en el estómago, nos dimos cuenta que un CHUPA CHUS de Villamayor, pudo salvar la vida de una turista británica por la rápida determinación de una enfermera y compañera de viaje.
Hué, ciudad imperial, situada en el centro de Vietnam, a tan solo 10 kilómetros del Mar de la China y a orilla del Río del Perfume. Próxima a montañas y colinas muy verdes aunque su ciudadela se sitúe en una estrecha llanura. Hué, manifestación excepcional del poder del antiguo imperio feudal de Vietnam.
Era un nuevo día, los sampán disfrazados de dragones nos esperaban en el puerto de Hué para llevarnos a visitar la Pagoda de Thien Mu; tan pronto como divisemos su torre octogonal dedicada a las apariciones de buda, sabremos que hemos llegado. En las orillas se encuentran casas, barcas de pescadores y puentes a medio construir. El trayecto no fue largo, tan solo de una hora, pero algunas personas, se hicieron con los atuendos locales.
La Pagoda de Thien Mu es icono de Vietnam desde los años 60 y punto neurálgico de manifestaciones políticas. La tranquilidad que aporta hace que se la visita se desarrolle más pausadamente, mientras se observa a novicios y a monjes paseando por lo jardines o realizando sus tareas diarias, todos ellos con túnicas marrones y azules, pelo rapado y mechón de pelo por su cara.
El resto de la mañana se desarrolla en la Ciudad Imperial, sigue el modelo de fortificación militar, aunque recuerda, por su disposición interior, los principios arquitectónicos chinos. La bandera de Vietnam se alza en la Ciudadela, exactamente, en la Torre de la Bandera, la zona más elevada. Aunque gran parte fue destruido por los bombardeos americanos, se puede pasear por los jardines, y con un poco de imaginación apreciar la grandeza y la riqueza que un día todo aquello albergó.
Hué destaca por sus sombreros cónicos, no son iguales que los del resto de Vietnam, a contraluz, se observan diferentes poemas entretejidos con su paja, y su lazo de seda en color morada difiere con los otros. El incienso, como parte de adoración en las culturas asiáticas, purifica los altares donde encontramos a buda. Durante nuestro día en Hué, pudimos ver como se realizaban tanto los sombreros, como los inciensos, fueron los “souvenirs”, que más calaron entre la gente.
Nos despediríamos de esta ciudad, visitando las tumbas de Tu Duc y Khai Dinh, reyes de la dinastía Nguyen, los cuáles ensancharon las fronteras hacia Laos y hacia Camboya. La tumba de Tu Duc, destaca por haber sido su Pabellón de verano, en el que vivía con sus 100 esposas y dedicado completamente a la poesía; por otra parte, la tumba de Khai Dinh, contiene numerosos ejemplos de la vida occidental, ya que fue un fiel vasallo de los colonizadores franceses.
Nadie nos trata tan bien como en los hoteles asiáticos, el cartel de recibimiento tras el exhausto día, hace mención a la hospitalidad asiática.
El viernes 15, y casi sin darnos cuenta del paso de los días, nos dirigimos hacia Danang, ciudad más grande del centro de Vietnam y antigua base militar de los americanos.
En el camino hacia Danang, disfrutamos de diferentes paisajes, por una parte costa y también montañas. Una de nuestras paradas fotográficas tuvo lugar en unos campos de arroz, lo peor fue salir de allí, un buey de agua (búfalo vietnamita), nos impedía el paso.
“El Paso de las Nubes” lo encontramos según subíamos el puerto de la montaña de Hai Van (el Pajares vietnamita), la niebla se encontraba a cada lado, al fondo un pueblo pesquero con el Mar de la China y tras nosotros miles de cuervas y templetes en los que se ven flores, incienso y pequeños altares, recordando accidentes de tráfico. Nos detenemos en el camino, en el punto más alto, dónde se sitúa un bunker de la época de la guerra, antes de comenzar la bajada, Danang, al fondo. La vegetación es espesa, claramente, escondites perfectos durante la guerra; no fue fácil para los americanos, aquí se demuestra la inteligencia y agilidad de los “charlies”.
El museo Cham y la Montaña de Mármol, fueron las visitas del día. Hago mención a esta última visita, pues tras haber degustado una suculenta comida, nos dispusimos a subir por unas escaleras talladas en la piedra durante los 10 minutos más largos de mi vida y bajo un sol de justicia…nunca nada mereció tanto la pena. Estas montañas, hace años que han dejado de ser canteras, pero lo curioso de esta visita son los altares a Buda enclavados dentro de las montañas, entre cuevas y montones de roca. Pagodas, templos, tumbas, y vistas maravillosas, nadie podría imaginar que este enclave fue utilizado como cuarteles y como hospital militar.
Cada día que pasa es más caluroso, ya nos habían informado, que cuánto más al Sur estuviésemos, la sensación de calor y humedad sería mayor. Hemos llegado a Hoi An. Nos espera un baño en el Océano Pacífico, a 24 grados, ¿aquí no es dónde hay tantas medusas?
Hoi An, parece un pueblo de cuento. Calles empedradas con casitas pequeñas y comercios que invaden casi toda la ciudad. El río, divide a la ciudad y el mercado a ambas orillas es un espectáculo, que nadie debería perderse. El gremio de los sastres destaca sobre los demás, los comerciantes ofrecen sus mejores sedas y mejores cortes.
My Son, se encuentra cerca de Hoi An. Edificios construidos con carácter religioso hinduista, y pertenecientes al antiguo reino Cham. Llaman más la atención los vestigios de la Guerra del Vietnam y los expolios franceses, que han convertido este complejo irrepetible, en simples ruinas. En este recinto, contrastan, los cráteres de la guerra, con edificios grandiosos en ladrillo rojizo simbolizando la fertilidad masculina y femenina. No podemos desviarnos del camino, aún hay minas por desenterrar.
El recuerdo de Hoi An hace pensar en su puente rojo japonés, la mezcla de templos y pagodas chinas, japonenesas, indias y vietnamitas; puestos de telas y los pescadores sobre sus barcas con unas redes que no les queda parte que no remendar.
7.00 de la mañana, nos dirigimos hacia el aeropuerto, aunque… ¿de nuevo de vuelta al hotel? Ha habido algún descuido…próxima parada Ho Chi Minh. Allí nos espera nuestro nuevo guía Bang Bang Bang, parece un chiste, pero este serio y culto guía nos contará curiosidades para nosotros desconocidas… ¿Qué país puede permitirse que los padres y madres entren a trabajar tras dejar a sus hijos en la escuela? Vietnam; esto sí que es ahorrar en guarderías…
Ho Chi Minh, antiguamente conocida como Saigón “Perla del Extremo Oriente”, y antigua capital del país. Tiene mayor población y mayor superficie que la propia capital. Fue la capital de la Antigua Indochina Francesa. Los tópicos de la época colonial siguen vigentes, Catedral de Notre Dame, Correos…
Saigón, conocido por el exotismo de sus mercados (entre ellos el de Bin Thai en el barrio chino de Cholon), su arquitectura colonial, su fascinación por las numerosas pagodas y los contrastes entre calles asfaltadas llamando a un turismo activo y calles peatonales con tiendas en los que sus productos no tienen una procedencia muy legal.
El Templo de Tien Hau, con los inciensos colgantes en espiral (duran tres semanas y cuestan 20.000 dongs), las oraciones en papeletas rosas y los altares plagados de ofrendas, te envuelven en una esfera muy contraria al mercado de Bin Thai, en el que todo son prisas, paquetes, empujones y miles y miles de cosas que comprar.
Las postales enviadas desde Correos tan solo tardaron un mes en llegar. Este edificio colonial situado enfrente de la Catedral de Notre Dame, en la que se celebraba la Eucaristía de Domingo de Ramos, guarda el mayor retrato del “Tío Ho”. Recuerda a una antigua estación de tren y fue construida por uno de los mayores maestros de la arquitectura, Eiffel, marcando así sus orígenes en la empresa de ferrocarriles.
Ópera ,Caravelle, Museo de la Guerra, Hotel Rex…al fin y al cabo, HCM o el antiguo Saigón, se fue formando con la cultura y la arquitectura de todas aquellas naciones que dominaron Vietnam.
Nos seguía acompañando el tiempo (meteorológico), porque el otro, ya corría en nuestra contra. Vietnam, es un país de agua, y allí nos pasaríamos el día, realizando un paseo por el Mekong, en sampán con ojos protectores. El trayecto hasta Vinh Long fue aproximadamente de tres horas, el embarcadero estaba lleno de excursiones con turistas de pantalón corto… ¿y los mosquitos? El viaje fue tranquilo, las orillas plagadas de casas con embarcaderos, lanchas, barcas, barcos, iglesias, pagodas, templos, pescadores, puentes mono…se podría decir, que ese día visitamos el verdadero Vietnam.
En el mercado flotante aprendimos a hacer palomitas de arroz, caramelos de miel y coco (en los que más de uno se dejaron algún empaste) y obleas de arroz. Compramos trajes, tortugas de maderas, y té…que no fueron más que unas ramas secas.
La comida en el restaurante Muòi Huong fue diferente a la que nos tenían acostumbrados, “oreja de elefante” a la parrilla (es un pescado, no pensemos mal), parece imposible que de un río completamente marrón y lleno de suciedad salgan estos manjares. Se come en rollitos, hechos con papel de arroz y acompañados de lechuga; el pescado lo deshacen con guantes.
Tras una actuación de “cante jondo vietnamita”, y tras haber hecho la foto de cualquier portada de libro, nos vamos de vuelta a Ho Chi Minh…hoy tenemos boda! La ceremonia de la boda sería para una crónica a parte, al igual que los pocos asistentes…el cansancio “hace mella” entre los viajeros.
La noche pasó entre rayos, truenos y centellas… (así podría comenzar cualquier cuento de los hermanos Grimm), pero no, así comenzaba nuestro día de visita…los túneles de Cu Chi, tan solo estaban a tres horas, y a 40 kilómetros.
Durante la Guerra de Vietnam, Cu Chi, se convirtió en un infierno para las tropas americanas, las cuáles, se veían atacadas por “soldados fantasmas”. En 1975, se encontraban excavados hasta 10 metros de profundidad y una longitud de 220 kilómetros, en los que se vivía como en cualquier poblado de la superficie, o incluso, mejor.
La visita prometía, al principio nuestro guía (quien sabe si para librarse de alguno), nos ofrecía meternos en trampillas camufladas en el suelo de 40 x 25 cm, como no lo consiguió, ya que no hubo “ningún osado” en probar las trampillas, lo intentó ofreciéndonos entrar en los túneles…aquí lo hizo bien, casi todos accedimos, y aunque los hayan ensanchado para los turistas y estuviera un “soldado” allí dentro con una linterna, salimos todos exhaustos, no sé muy bien si por el calor, por las fotos, o por la claustrofobia…poco nos quedaba recorrer del campamento, aunque las fuerzas cada vez eran menores...
El restaurante donde comimos, resultó ser de una antigua guerrillera. En estos momentos, es cuando te das cuenta que la Guerra de Vietnam no fue tan solo el argumento de películas.
Siempre me enseñaron que hay que ser respetuosa con los demás, con sus opiniones creencias…pero lo de la religión Caodaísta… ¿Cómo se puede creer en Confucio, Jesús y Buda, no son religiones completamente contrarias? Pues para “entenderlo” mejor…visita a la Santa Sede Caodai en Tay Ninh. Llegamos en el momento de la ceremonia, con túnicas de colores según el rango y las blancas para los fieles, todos ellos, hombres y mujeres separados por un pasillo meditaban en frente del Ojo Divino.
Abandonamos Vietnam para llevar a cabo nuestra última parte del viaje, la cuál, sería en otro país, Camboya. Tan solo dos días para disfrutarlo y muchas visitas a nuestras espaldas.
La llegada al aeropuerto de Siem Reap (Camboya) “dió juego” durante esa hora en la que intentábamos obtener la visa para permanecer dos días en el país. Los funcionarios intentaban sacar un sobresueldo con nuestros pasaportes, pero aunque a pocos se lo insinuaron… nadie cayó, algunos, a día de hoy, creo que no se han dado ni cuenta.
Los subgrupos que habíamos formado durante el viaje, se unificaron en uno solo, a la vez, que conocíamos nuestro nuevo guía, Bannak; sin duda alguna, el mejor del viaje. La llegada no podía ser mejor, el tiempo era extraordinario, aún nos quedaban dos días de viaje y nos obsequiaban con unos regalos de bienvenida (orquídea, bolsa, guía en español, postal y sombrero camboyano).
Siem Reap fue capital del Reino de Camboya hasta la invasión de los siameses, cuando se trasladó a Phnom Penh.
Al día siguiente comenzaríamos con las visitas, tan solo nos encontramos a 7 kilómetros de Angkor.
Debíamos de levantarnos temprano para evitar el calor asfixiante y las colas de los turistas.
El primer punto sería Angkor Thom (Angkor: ciudad sagrada, y Thom: grande), formado por los templos: Puerta de Sur, Bayón, Phimeanakas, Terraza de los Elefantes, Terraza del Rey Leproso y Baphuon. Maravilla de la construcción descubierta por casualidad por exploradores coloniales. Tiempo atrás, todo este complejo se encontraba inmerso en las profundidades de la jungla. Pertenece a la cultura de los Jemeres, aunque ha pasado por manos de los franceses, indios e indonesios.
En los templos además de actuaciones para turistas, y fotos con diferentes grupos de lugareños, pudimos ver como los monjes tanto jóvenes, como más mayores, disfrutaba de la tranquilidad y paz que aporta este entorno.
La tarde, la pasamos en Angkor Wat, templo de mayor relevancia, aunque cubierto por telas de protección de andamios, lo que nos hicieron la visita un tanto “agridulce”. El templo de Angkor Wat, parece que surge de la nada, pero que a la vez, y de repente, lo envuelve todo. Cuando quieres darte cuenta estás rodeado de bajorrelieves que hablan de Creación del mundo, guerras con los Thai y elefantes lanzándose contra los enemigos.
Cuando el atardecer comenzaba, nos encontrábamos en el Templo Bakheng imaginado los relieves del templo Angkor Wat, ya que la niebla de ese día nos impedía ver el templo.
Último día en tierras camboyanas, y últimas visitas. Nos convertimos en Lara Croft por unas horas mientras visitábamos el Templo de Ta Prohm, donde existe una simbiosis entre templos y jungla con gigantescos árboles que trepan e invaden las construcciones sagradas.
Para terminar, 4 últimos templos: Takeo, Banteay Kdei, Sras Srang y Krovan.
Nos quedaban tan solo unas horas para regresar a España, una última hora en el hotel, en el que el proceso de “plastificado” de maletas fue mucho más duro…las maletas no cierran! ¡Pero si no ha dado tiempo a hacer compras! Aunque si nos da tiempo a hacer un último gasto… La compra de unos “cerditos” como donación para el hospital infantil de al lado del hotel.
Últimos trámites de facturación y últimos sustos…aunque al final, todos regresamos sin ningún problema de vuelta a España, para encontrarnos con una última sorpresa…unos papás asturianos procedentes de Vietnam con sus niñas… ¡LES HABÍAN CONCEDIDO LA ADOPTACIÓN!
Esta crónica, no puede recibir mejor nombre que “Crónica de una Muerte Anunciada”, no porque no haya narrado mis experiencias, sino, porque en tan pocas líneas, no se pueden contar viajes como éstos; y si fuera más densa… ¿quién la leería?
Vietnam y Camboya, son todavía verdaderos paraísos. El paraíso existe y puedes llegar a él, aunque hayas cometido algún pecado.
“A quienes me preguntan la razón de mis viajes les contesto que sé bien de qué huyo pero ignoro lo que busco.” (Señor de Montaigne)